Press

Arquitectura y Diseño

Peretti Perennial

Elsa Peretti, icono de la moda por muchas razones, vivió en este piso de Barcelona durante 40 años. Entre sus paredes creó muchas de sus piezas inmortales para Tiffany & Co. Su fundación Nando y Elsa Peretti lo mantiene intacto con su genius loci, tal y como ella lo dejó.

Elsa Peretti. Su nombre es casi sinónimo de Tiffany & Co. Diamond by the Yard, Bean o Bone, algunas de sus joyas icónicas, han hecho que así sea. Helmut Newton, Halston, Studio 74, Colita, Dalí, Nueva York, Vogue o Bocaccio son sustantivos de relumbrón también ligados a su biografía. Aunque el topónimo que más peso tiene en ella es Barcelona, ciudad a la que llegó a principios de los años sesenta. Aquí arrancó su carrera como modelo antiestereotipo y como diseñadora. En este piso de la calle Bruc, en el Eixample, que compró a principios de la década de 1980, vivió durante 40 años, alternando sus estancias en el pueblito gerundense de Sant Martí Vell, que descubrió por su amiga, la fotógrafa Colita en los años setenta y que fue adquiriendo poco a poco. Es la primera vez que se fotografía para un medio, tal y como ella lo dejó al morir en 2021.

Sus corchos llenos de imágenes inspiradoras y recuerdos, los botes de su salsa de tomate italiana favorita, las decenas de orquídeas (afición compartida con su amigo Halston) a las que construía unos soportes de bambú para que sus tallos cargados de f lores pudieran desmayar con gracilidad. Se encarga de que así sea la Fundación Nando y Elsa Peretti, creada por ella en el año 2000, en la que antepuso el nombre de su padre, un magnate del petróleo que nunca estuvo de acuerdo con la vida bohemia y libre que llevó su hija, y a quien no parecía impresionar ni sus apariciones en el Vogue USA ni que se la definiera como la diseñadora de joyas más inf luyente del mundo. Elsa llegó a Barcelona en 1964, aunque Oriol Maspons la había retratado ya en 1962. Aquí se afianza como modelo. Dalí la contrata para una sesión en Port Lligat con diseños de Paco Rabanne. Compartió ese trabajo con Natasha y también su primer piso, alquilado, donde ahora está el hotel Almenac.

Este de Bruc es su casa adulta, una vez acabada su vida de pasarelas y afianzada su faceta de artista. “Esta es la casa más de trabajo, de vida privada”, nos cuenta nuestro interlocutor, Stefano Palumbo, miembro del consejo de administración de la Fundación Nando y Elsa Peretti, que trabajó, vivió y viajó mano a mano con ella durante tres décadas. En la Barcelona de la gauche divine, Elsa conoce al escultor Xavier Corberó, que fue su pareja y la inició en el conocimiento del metal. El primer objeto que se le ocurrió fue un jarroncito-colgante de plata. “Aún tenemos en Sant Martí el primer molde de cera. Fue un éxito. Los primeros diseños los hizo con Corberó, que le explicaba cómo llegar a lo que ella tenía en la cabeza”.

En 1968 se había mudado a Nueva York para trabajar en moda, aunque con frecuentes idas y venidas a España. Giorgio di Sant’Angelo ve esta joya y se la pide para un desfile. A partir de entonces comienza a crear para él y Halston accesorios en plata de formas orgánicas inspiradas en la naturaleza. Este segundo, en 1974 (el año de su famosa foto de Helmut Newton vestida de conejita de Playboy) le consigue un contrato con Tiffany & Co, una relación que ella siempre calificó como “un matrimonio feliz”. Sus directivos venían aquí a reunirse con ella… en la cocina. “El espacio tradicionalmente reservado a las mujeres. Pues ella no cocina; ella hace negocios y trae agente poderosa. También es un espacio de convivencia donde todos bajamos nuestras defensas; jugaba mucho con esto”, explica Palumbo. Con un buen espresso delante y un ceni-cero, pues Peretti siempre fue una fumadora recalcitrante. “Me encanta beber, fumar y la gente que lo hace”, decía. El techo de su comedor está ligeramente ahumado debido a los cigarrillos de cuatro décadas, nos explican. Laitaliana desarrolló más de 30 colecciones para la casa americana. Muchas se gestaron en esa mesa de despacho, una estancia con vistas a uno de esos patios de manzana gloriosos del Eixample. Ella conservó el piso, que ocupa toda la planta y tiene una distribución circular, lo más literal que pudo. El arquitecto Florencio Palencia la ayudó en la restauración de los suelos de mosaico Nolla, las cristaleras y las escayolas burguesas. Los baños se actualizaron, pero sin perder su esencia. Elsa se instaló una sauna, un imprescindible en todas sus casas. “Estabamuy orgullosa de haber mantenido todo esto de manera perfecta, exactamente como se concibió”.

Lo decoró ella misma, aunque en sus casas italianas -en Roma y la Torre dell’Avoltore, en la Toscana- llamó al maestro Renzo Mongiardino. Con aparente desenfado (era tauro y perfeccionista) se encuentran mezcladas antigüedades chinas y art déco, lámparas de alabastro, tapicerías de denim. Visitaba mucho Els Encants y los mercadillos de los pueblos, aunque las piezas nórdicas de la sala de estar son de un anticuario de Barcelona, las últimas en llegar, hará unos quince años. Otros elementos de los que siempre se rodeaba eran laluz, las velas de olory la música. “Jazz, clásica o pop, pero siempre de fondo, era la base de su vida”, asegura Stefano. Y mucho arte español, especialmente de Robert Llimós, al que compró 85 obras. “Les unía una amistad, pero también una relación artística importante. A ella le gustaba mucho cómo era capaz de ser pintor, escultor, hacer tapices…Un artista multidisciplinar, como ella, que tocó el metal, la seda, el bambú, la laca…”.

La fundación se ocupa de la gran coleccion de arte que reunió, pero también de todas las casas. “Forman parte de la colección, no se pueden separar. Son otra faceta de su dimensión artística”, remata Stefano, mientras me ofrece un cigarrillo. Y, con jazz de fondo, fumamos sentados en el sofa escandinavo en honor a Elsa.

Isabel Margalejo
September 25, 2025